Predique la Palabra | La gloria del ministerio (1ª parte)

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Predique la Palabra | La gloria del ministerio 
(1ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1984 – Estudio Bíblico
Predique la Palabra | La gloria del ministerio (1ª parte)



¿Cómo están amigos? El tema que nos ocupa hoy es: Predique la Palabra – la gloria del ministerio. El apóstol Pablo nunca pasó por alto el hecho de que Dios le había confiado, habiendo sido un perseguidor de la iglesia, el evangelio de la gloria de Cristo. Tampoco lo haríamos nosotros. Me siento en deuda con J. H. Jowett, por lo que ha escrito acerca del tremendo privilegio y dignidad que significa predicar la Palabra de Dios.

Quiero compartir con ustedes algunos párrafos que he seleccionado. Él dice así: “Un hombre que entre por la puerta de la vocación divina hacia el ministerio, seguramente tomará ‘la gloria’ de su llamado. Permanecerá constantemente maravillado, y su maravilla funcionará como un antiséptico moral, ya que fue designado como siervo en los tesoros de la gracia, para que “las insondables riquezas de Cristo’’ sean conocidas. Esa maravilla no puede obviarse en la vida del apóstol Pablo. Próximo al infinito amor de su Salvador, y la gloria admirable de su propia salvación, su asombro es cautivado y nutrido por la gloria eminente de su propia vocación. Su “llamado” nunca se perdió, aun en medio de una gama de profesiones. La luz del beneficio siempre alumbra el camino del deber. Su trabajo no pierde su importancia, y su camino nunca se vuelve completamente común y gris. Él parece recuperar el aire cada vez que piensa en su misión, y en medio de la abundante adversidad, la gloria abunda aún más. Ésta es, por tanto, la clase de música y canción incesantes que oímos desde el momento de su conversión y llamado, hasta la hora de su muerte: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo’’. ¿No percibe usted un asombro sagrado y ardiente en estas exclamaciones? ¿Un orgullo santo y exultante en su vocación, ligado a una maravillosa humildad que la misteriosa mano de la ordenación ha depositado sobre él? Esa maravilla permanente era parte de su equipamiento apostólico, y su entendimiento de la gloria de su llamado enriquecía su proclamación de las glorias de la gracia redentora. Si nosotros perdemos el significado de la maravilla de nuestra comisión, seremos como mercaderes corrientes en un mercado corriente, voceando de sus mercaderías corrientes. Este sentido de gran sorpresa en la gloria de nuestra vocación, al mismo tiempo que nos mantiene humildes también nos hace grandes. Nos evitará convertirnos en pequeños oficiales de empresas transitorias. Nos hará verdaderamente grandes, y, de esta forma, nos evitará usar nuestros días para frivolidades… Los predicadores del evangelio, cuyo trabajo se realiza bajo la alta cúpula de alguna gloriosa y maravillosa concepción de su ministerio, adquirirán luego cierto porte de grandeza en el cual la impertinencia y las trivialidades no podrían subsistir. He estado en el ministerio cristiano por más de veinte años. Amo mi llamado. Encuentro un brillante deleite en sus servicios. Soy consciente de que no hay distracciones ni competidores respecto a mi fortaleza y lealtad. He tenido una pasión, y he vivido por ella – el absorbentemente arduo pero glorioso trabajo de proclamar la gracia y el amor de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”

Hasta aquí el pasaje que he seleccionado, pero quiero decirles, también, que Ian Macpherson compartía la opinión de Jowett. El dijo que: “Predicar es algo majestuoso, sublime, algo que infunde asombro – un acto sobrenatural, la transmisión de una Persona a través de una persona a una agrupación de personas, siendo la Persona transmitida el eterno Jesús.”

Veamos algo sobre la:PREPARACIÓN PERSONAL PARA EL MINISTERIO

Al prepararse para el ministerio, debe haber una constante confesión y abandono de todo pecado conocido. En Isaías 52:11, leemos:“… purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová”.

Usted quizá puede decir que ha conocido hombres que estaban viviendo en pecado, y aún así, cuando ellos predicaban las almas se salvaban. Sí, eso es posible. El mensaje siempre es mayor que el mensajero. Dios honra su Palabra. Pero si usted quiere fruto que permanezca (del cual se habla en Jn. 15:16), debe permanecer en Cristo.

¿Cuál es el mejor método a la hora de exponer un mensaje? El mejor método es, sin duda, la exposición de las Escrituras versículo por versículo. Ésta es la mejor forma de presentar toda la verdad, y con el equilibrio que le dio el Señor. Nos impulsa a enfrentarnos a algunas frases fuertes dichas por Jesús. Somos llamados a enseñar el consejo de Dios en su plenitud (como menciona Pablo en Hechos 20:27).

Cuando se le preguntó una vez a un siervo del Señor cómo se preparaba para predicar, contestó: “Bueno, voy a la Biblia, y me considero vacío, leo hasta llenarme, escribo con la mayor claridad, y oro con todo fervor.” Quisiera presentar algunos puntos que podrían ser útiles:

Comience con oración.
Sumérjase en el pasaje. La mejor predicación depende profundamente de las Escrituras. Lo que Dios promete bendecir es la Palabra.

Predique a Cristo. Preséntelo como el centro de la fe y la respuesta a los problemas. Un mensaje lleno del Espíritu está también lleno del Salvador.

Enfrente los problemas y las dificultades. Si usted no conoce las respuestas, admítalo. No intente engañar a su audiencia.

Si existen dos o más interpretaciones válidas, puede darlas. Después diga cuál prefiere y por qué. Obtenga ayuda de donde pueda. Use diferentes versiones de la Biblia, diccionarios bíblicos, comentarios conocidos, y maestros de la Biblia.

Ofrezca aplicaciones del pasaje. Por ejemplo, Cristo derribó el muro entre los creyentes judíos y los gentiles. Nosotros no deberíamos levantar muros entre los diversos grupos raciales y étnicos.

Cuando esté preparando un mensaje temático: Ore por las necesidades de las personas. Pídale al Espíritu Santo que le dé poder al mensaje. Fuimos llamados a predicar a Cristo. Cada mensaje debería apuntar inevitable e irresistiblemente hacia Él. “Dios puede tener otras palabras para otros planetas, pero Su palabra para este planeta es Jesús.” Píntelo en un gran lienzo. Tiene que estar en el púlpito para hacer semejante trabajo. Por consiguiente, enfoque todas sus fuerzas en la tarea central. Concéntrese profundamente en el tema principal. Predique a Cristo.

Somos llamados a predicar el evangelio, las buenas nuevas de salvación a través de la fe en Él. Tenemos el mejor de todos los mensajes. No tenemos por qué ser como el infortunado hombre del que se relata en 2 Samuel 18:22, que quiso correr pero no tenía buenas nuevas para anunciar.

Cada mensaje debería tener unidad, coherencia, y énfasis. La unidad, requiere que el mensaje tenga un único tema que sea notable a través del mismo. Cada párrafo debería tener una unidad discernible. La coherencia significa que los párrafos deberían relacionarse, para que el fluir del pensamiento sea uniforme y no tosco. El énfasis se logra al construir el clímax, que disipa todas las dudas respecto a lo que usted quiere que su oyente sepa y haga.

 

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