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Autor: Samuel Rindlisbacher

En el programa de hoy, escucharemos sobre el simbolismo del Pan y la Luz en la tienda del Tabernáculo.


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PE2897 – Estudio Bíblico
Profecía en el Tabernáculo (12ª parte)



En el estudio que estamos llevando a cabo en los pasados programas, hemos tratado diferentes temas de la Profecía que podemos encontrar en los distintos componentes del Tabernáculo.

Nos ocuparemos hoy en el significado del «Pan de la proposición».

Sin lugar a duda, nos recuerda las palabras del Señor Jesús en Juan 6:35: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás». El pan también nos habla de nuestra responsabilidad como Iglesia de Cristo de repartir de manera abundante la Palabra de Dios por todo el mundo para calmar el hambre espiritual.

La escuela profesional Richemont, un centro de excelencia, que se especializa en el sector de la panadería, la pastelería y la confitería en su conjunto, con sede está en Suiza publicó lo siguiente:

«Ningún alimento es más apreciado que el pan. Es la insignia de la vida, el símbolo de nuestra nutrición. Lo vemos de forma inconsciente como algo precioso, santo. No hay pan en cuya producción no estén de alguna manera involucrados la religión, la política y la ciencia. No solo son los granjeros, molineros y panaderos los que lo producen, sino que todas las grandes religiones culturales tuvieron parte en el desarrollo y la propagación del pan. Los egipcios fueron los descubridores de este producto tan importante para la humanidad. Pese al enorme desarrollo que ha tenido la tecnología desde aquella época, la producción de pan ha permanecido esencialmente igual. El progreso alivió un poco el trabajo, acortó los tiempos de fabricación y refinó la calidad, pero el pan sigue siendo pan. La manera en que los hombres consideran el pan es muy distinta. Es muy cotizado en tiempos de crisis, pero es más despreciado en períodos de abundancia. A pesar de esto, se ha mantenido durante seis mil años. El pan ha determinado en todas las épocas los auges y las crisis de los pueblos. La victoria en muchas guerras se definía por quién poseía el pan. Las dos guerras mundiales son una prueba más que elocuente de ello.»

En los países europeos el pan se come sin pensar, por tratarse de un alimento diario y por los centenares de tipos que pueden ser hallados. Es un alimento muy querido y todos lo comen, desde niños hasta ancianos de todas las regiones. Es imposible imaginar nuestras mesas sin pan. Si miramos al Tabernáculo, los panes dirigen nuestra mirada hacia el pan de vida que es  Jesucristo. Encontramos en Juan 6:32 al 35 que Jesús dijo:

“De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.

Solo alguien es capaz de satisfacer el hambre por la vida: Jesucristo. La Biblia cuenta de una mujer que anhelaba recibir amor, protección y calor humano. A causa de esto, se involucraba una vez y otra con hombres.

Sin embargo, una y otra vez fue decepcionada y abandonada. Ella buscaba la felicidad y no la hallaba. El vacío, la frustración y la soledad se agudizaban.

Fue en ese momento que encontró a Jesús. Por fin había dado con lo que tanto anhelaba.

Los doce panes en el tabernáculo nos dirigen la atención hacia la satisfacción del hambre, el hallazgo de la vida. El número 12 siempre está estrechamente conectado con Israel.

  • Israel se compone de doce tribus.
  • En la ratificación del pacto en el monte Sinaí, Moisés erigió, además del altar, doce piedras memoriales.
  • Josué, luego de cruzar el Jordán, levantó un altar de doce piedras.
  • En el pectoral del sumo sacerdote había incrustada doce piedras preciosas que eran símbolo de Israel.
  • Salomón tenía doce oficiales.
  • Eran doce los jueces que por orden de Dios juzgaban y lideraban a Israel.
  • Por último, vemos el 12 en el número de los apóstoles.

Como cristianos no debemos perder de vista que Israel es y sigue siendo el primer amor de Dios. Así dice Dios al profeta Jeremías y lo encontramos en el  capítulo 31, versos 3 y 4:

“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel; todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas.”

Creo que los doce panes en la mesa del tabernáculo señalaban ese amor inalterable de Dios y su eterna fidelidad. Charles Henry Mackintosh, un predicador y teólogo inglés, escribió hace más de 150 años respecto a la mesa y los panes de la proposición, se los leo:

“Las doce tribus están continuamente delante de Él; su memorial es imperecedero. Allí en el santuario están colocadas, siguiendo un orden divino, cubiertas del puro incienso de Cristo. Se encuentran en la mesa limpia, bajo los rayos resplandecientes de las lámparas de oro que brillan con claridad inalterable durante las horas más sombrías de la noche moral de la nación.

Conviene notar que el hecho de interpretar de este modo los utensilios místicos del santuario, no es sacrificar un juicio sano o la verdad divina en el altar de la imaginación. En Hebreos 9:23 vemos que todas estas cosas eran “figuras de las cosas celestiales”; y en Hebreos 10:1, que eran “la sombra de los bienes venideros”.

Estamos, pues, autorizados para creer que hay “cosas celestiales” que responden a las “figuras”; que hay una realidad que responde a la sombra.

En síntesis, tenemos derecho a creer que hay “en los cielos” lo que corresponde a las “siete lámparas”, a “la mesa limpia” y a “las doce tortas”, o panes. Esto no es una invención humana, sino una verdad divina, de la cual la fe se ha alimentado desde siempre. […]. 

El hombre habría buscado en vano la manifestación de la unidad de las doce tribus, pero la fe podía ver siempre en el recinto sagrado del santuario los doce panes, cubiertos de incienso puro, colocados en un orden divino sobre la mesa limpia. Aunque afuera todo estuviese envuelto en las sombras de la noche, la fe, a la luz de las siete lámparas de oro podía distinguir la misma gran verdad, a saber, la indisoluble unidad de las doce tribus.”

Continuando, podemos decir que los doce panes en el lugar santo del tabernáculo muestran la fidelidad de Dios con el pueblo del pacto, Israel. Más allá de su situación política, moral o espiritual en la actualidad, Dios permanece fiel a Su primer amor y llegará a la meta con Su pueblo. Pablo dice de forma inequívoca en Romanos 11:25 al 29:

“Hermanos, quiero que entiendan este misterio para que no se vuelvan presuntuosos. Parte de Israel se ha endurecido, y así permanecerá hasta que haya entrado la totalidad de los gentiles. De esta manera todo Israel será salvo, como está escrito: «El redentor vendrá de Sión y apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos cuando perdone sus pecados». Con respecto al evangelio, los israelitas son enemigos de Dios para bien de ustedes; pero, si tomamos en cuenta la elección, son amados de Dios por causa de los patriarcas, porque las dádivas de Dios son irrevocables, como lo es también su llamamiento.”

Debo aclarar que cuando el apóstol dice que “todo Israel será salvo”, no habla de toda la nación de Israel, sino que se refiere al remante de Israel, aquellos que han aceptado a Jesucristo como el Mesías esperado.

Aclarando este detalle y regresando a los doce panes, estos tienen un mensaje, ello dicen: Dios es fiel, Dios permanece con Su pueblo del pacto, Dios llega a la meta con Israel, pues su redención está cerca.

El Señor será fiel con el remanente de Su Pueblo que caiga a los pies de Su Redentor, que reconozca a Su Mesías, quién dio Su vida para perdón de sus pecados.

Por otra parte, el lugar santo del tabernáculo muestra a un Israel justificado, por medio del pan cubierto con mirra.

La mirra significa olor grato de vida y perfección sin pecado. Así Dios ve a Israel, a la luz del tabernáculo, la misma luz que la cruz del Gólgota arroja sobre Israel. A través de esta luz es que Dios ya ve al remanente de Israel redimido, como olor grato de vida y perfección sin pecado.

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