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Autor: Philip Nunn

En este programa el autor del libro “Razones para creer” comparte dos historias personales “extrañas” que le han servido para validar en su experiencia la noción de un Dios personal que desea comunicarse con nosotros.


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PE2570 – Estudio Bíblico
Razones para creer (5ª parte)



Un Dios personal

Estimado oyente, voy a compartir con ustedes dos historias personales “extrañas” que me han servido para validar en mi experiencia la noción de un Dios personal.

Por un lado puedo hablarle de un sueño “extraño”. El martes 29 de diciembre de 2009, mi esposa y yo teníamos una cita en el Departamento de Cardiología en un gran hospital aquí en Eindhoven, Holanda. Nuestro hijo Eduardo, que tenía 15 años entonces, nació con un desorden cardíaco congénito y había llegado el tiempo de una seria cirugía de corazón. El cardiólogo nos explicó que teníamos tres opciones: Una reorganización de algunas venas y arterias, que permitiría que la cirugía de corazón fuera pospuesta, un tipo de cirugía intermedia, o una cirugía de reconstrucción del corazón, que incluiría la creación de dos túneles dentro de su corazón, una válvula nueva, y la reorganización de una o dos arterias. Nos explicaron cada opción de manera detallada, y nos dijeron que debíamos tomar una decisión en el plazo de unas pocas semanas. Seas padre o no, puedes imaginarte cómo nos sentimos cuando llegamos a casa. Parecía irreal. Pero esta es la parte extraña: cuando llegué a casa, encendí la computadora y recibí el siguiente correo electrónico personal:

¡Hola a todos! Anoche soñé con un querido jovencito que luego reconocí era su hijo Eduardo. Por eso, tan pronto como me levanté, le pregunté al Señor por qué, y cómo debía orar por él. Él no me dio una razón en particular… así que he estado orando por ustedes como familia. Con cariño, Kathleen.”

Lo que hace tan especial este correo electrónico no es su contenido sino el momento en el que nos llegó. Kathleen vive en Colombia y nosotros en Holanda. Conocimos a esta misionera de Nueva Zelanda porque vivimos en la misma ciudad por unos 5 años, pero desde que nos fuimos en junio de 2007 no habíamos tenido contacto alguno con ella. Nuestra cita con el cardiólogo era un asunto privado. No había manera de que ella se hubiera enterado. Sin embargo, después de no haber tenido contacto con ella por dos años y medio, y a una distancia de 9000 km, en el día preciso que tuvimos esa cita que cambió nuestra vida, Kathleen soñó con Eduardo y empezó a orar por nosotros. ¡Qué extraño! ¿Podría ser este un ejemplo de una de las muchas maneras en las que Dios habla? Claramente este incidente no prueba nada acerca de Dios, ¡pero definitivamente es “extraño”! Pero si el Dios creador es un Dios personal, que tiene un serio interés en las personas, un sueño como este bien podría ser una de las pequeñas formas en las que Dios habla. En los difíciles meses que siguieron, la existencia de este correo fue de gran aliento para nosotros.

Les hablaré ahora de una coincidencia “extraña”: En 2007, estábamos llegando al final de una reunión dominical en una iglesia en Armenia, Colombia, cuando un hombre de unos cuarenta años entró y se sentó. Se acercó a mí después de la reunión y me explicó que acababa de ser liberado de la cárcel después de haber cumplido 8 años de condena y quería ir a casa, más o menos a 14 horas de Armenia en bus. Por regla general, soy muy precavido con las personas que cuentan grandes historias y piden dinero. Pero cuando escuché cuidadosamente sus respuestas a mis preguntas, su historia se volvió convincente. Tenía un sello de la cárcel con la tinta aún fresca en su brazo. Tenía una carta de salida. Lo llevamos a nuestra casa para almorzar y escuchar más acerca de su historia.

En una bolsa de plástico, también tenía recortes de periódicos de cuando él y su esposa fueron arrestados y más tarde sentenciados. De hecho, la terrible naturaleza de su crimen había llegado a ser noticia nacional. Le habían restado algunos años a su condena porque había cooperado con la policía. Su esposa se negó a cooperar. Ahora él tenía muchos enemigos. Nos mostró heridas en su cuerpo causadas por intentos de asesinato que habían sufrido en la cárcel, donde se había convertido en un cristiano “nacido de nuevo”, éste término lo explicaremos más adelante. Le ayudamos para que siguiera su camino, pero no le dimos nuestra información de contacto; dada la naturaleza de su crimen, pensamos que era mejor mantener distancia. Dos o tres meses después emigramos de Colombia a Holanda como familia. La parte interesante de esta historia ocurrió 3 años después.

Desde que dejamos Colombia, procuro regresar y hacer visitas por unas 2 o 3 semanas cada año. Durante esas semanas intento ser de ayuda visitando a diferentes familias, iglesias, conferencias y eventos de jóvenes. Durante mi visita del año 2010 tenía planeado pasar un domingo en Bucaramanga, a unas 12 horas en auto desde Armenia. Me había comprometido a predicar en una iglesia por la mañana y en otra por la noche. En la mitad de la prédica de la noche, entró una mujer de unos cuarenta años. Se sentó cerca del frente, y me miró con sus ojos bien abiertos por el resto del mensaje. ¡No hubiera podido ignorarla! Enseguida después de la reunión se me acercó y me dijo: “Escuché que usted es Felipe Nunn. Usted es el hombre británico que ayudó a mi esposo en Armenia hace 3 años”. Ella era su esposa, que había salido recientemente de la cárcel, ¡y que también quería ir a casa! Le hice algunas preguntas acerca de nuestro encuentro con su esposo y pude confirmar que ella era, en efecto, su esposa. Ella también tenía un sello de la cárcel en su brazo y una carta de liberación reciente.

Había estado caminando por toda la ciudad tratando de juntar el dinero para viajar a casa. Las iglesias en Colombia suelen estar llenas de historias tristes, con su correspondiente necesidad económica, así que ella no había conseguido mucho. Había intentado en la estación de buses, pero no había tenido éxito. Se había acercado a conductores de camiones que iban por la ruta que ella necesitaba, pero le habían pedido favores sexuales que ella no estaba dispuesta a proveer. Al igual que su esposo, ella también había entregado su vida a Jesús mientras estaba en la cárcel. Desesperada, oró mientras caminaba a lo largo del sector poco iluminado de la calle Carrera 17. A lo lejos vio la luz del edificio de una iglesia. Cuando le dijeron en la entrada que el orador era Felipe Nunn, ¡no podía creer lo que oía!

Al escuchar su historia le di con gusto el dinero que necesitaba para comprar un billete de bus para viajar a casa. Oramos juntos. Ella le agradeció a Dios por haber respondido a su oración, y luego se fue. Más tarde ese día me reuní con algunos amigos para comer pizza y discutir sobre esta “extraña” coincidencia. Nos dimos cuenta de que las posibilidades de haberme encontrado con esta mujer por azar eran prácticamente nulas. Evidentemente me había convertido en parte de la respuesta de Dios a su oración. Si hubiera seguido mi plan original, esa iglesia en la calle Carrera 17 habría estado cerrada esa noche y nunca nos hubiéramos encontrado. ¿Podría ser que Dios estaba influyendo en algunos de estos eventos?

En 1985 terminé mi maestría en estadística, y luego trabajé en Londres como estadista por cerca de 6 años. Un estadista hace observaciones cuidadosas y recolecta datos para encontrar patrones que le ayuden a analizar riesgos, estimar probabilidades y pronosticar futuras situaciones. Quizás mi trasfondo profesional es la razón por la que la improbable coordinación de tiempo en estas dos historias me ha hecho detenerme y asombrarme. El problema con historias como estas es que su impacto es mayor para el que las vive. Además, con el pasar de los años, la emoción y admiración por lo extraordinario de la experiencia también disminuye. ¡Así es la vida!

El Dios creador y personal busca comunicarse. Lo hace de diversas maneras. Me gustaría dirigir tu atención a dos historias muy importantes y únicas sobre esta comunicación: las historias de Abraham y Moisés. Lamentablemente por cuestiones de tiempo lo vamos hacer – Dios mediante – en el próximo programa.

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