Sublime Gracia (2ª parte)
20 marzo, 2018Ira Temible (1ª parte)
20 marzo, 2018Autor: William MacDonald
La gracia y la misericordia de Dios están muy relacionadas entre sí. Mientras Su gracia derrama sobre nosotros bendiciones que no merecemos, Su misericordia retiene el castigo que merecemos.
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PE2262 – Estudio Bíblico
Rico en Misericordia
Amigos oyentes, ¿cómo están? El Salmo 136 dice veintiséis veces: “Para siempre es su misericordia”.
La gracia y la misericordia de Dios están muy relacionadas entre sí. Mientras Su gracia derrama sobre nosotros bendiciones que no merecemos, Su misericordia retiene el castigo que merecemos. Su misericordia es la piedad, amor y compasión que Él muestra a aquellos que están en miseria y angustia. Su misericordia hace que el sol salga sobre justos e injustos.
A continuación, vamos a mencionar algunos versículos que hablan de la misericordia de Dios:
¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Éx. 34:6 y 7).
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida (Sal. 23:6).
Porque Jehová es bueno;
Para siempre es su misericordia,
Y su verdad por todas las generaciones (Sal. 100:5).
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias, y Dios de toda consolación (2 Co. 1:3).
Pero Dios, que es rico en misericordia (Ef. 2:4).
El Señor es muy misericordioso y compasivo
(Stg. 5:11).
La misericordia y la verdad se unieron en la cruz del Calvario, y por esta unión es provista la remisión y la iniquidad es purgada (esto es lo que expresa Pr. 16:6).
Y Thomas Kelly lo expresó poéticamente:
Misericordia y verdad unidas;
¡Oh, el más excelso panorama!
Jesús la maldición sufre,
La amarga copa de culpa bebe,
Para nosotros no deja nada… ¡sólo amor!
Cuando la gente le pedía al Señor misericordia para sus familiares enfermos, se referían a la misericordia de la sanidad. Cuando los ciegos le pedían al Señor que tuviese misericordia de ellos, se referían a la misericordia de recibir la vista. Cuando Pablo escribía “Gracia, misericordia y paz” a Timoteo y a otros, se refería a la preocupación de simpatía de Dios por Sus siervos débiles y defectuosos. Cuando Judas dijo que debemos estar “esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (en Jud. 21), se estaba refiriendo a la venida de Cristo para buscar a Sus santos.
Cuando leo versículos como Efesios 2:4, siento como si hubiese descubierto la barricada de Dios en mi camino al infierno –“Pero Dios, que es rico en misericordia”. Él es tan rico en misericordia, que nadie tiene por qué perecer, pero cada individuo debe ir a Dios de la manera que Él ha indicado. Lo alabo por Su misericordia que tuvo amor, piedad y compasión de mí; y Lo alabo por las misericordias de la vida –por la vista, el oído, el olfato, la memoria, el apetito, la firmeza y salud del cuerpo y la mente, la comida, la bebida y todas las maravillas de la naturaleza.
Como siempre, el privilegio conlleva responsabilidad. Dios quiere que Lo imitemos en esta cualidad de misericordia. Quiere que seamos misericordiosos los unos para con los otros, y así lo dice en Lc. 6:36: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”.
Pongamos una ilustración moderna de lo que sería misericordia en acción. Un día, un cristiano que se llamaba Pablo entró en una cafetería, se sentó y pidió un almuerzo. Al empezar a hablar con el hombre que estaba sentado junto a él, se dio cuenta de que Federico estaba en una gran necesidad espiritual. Después de haberle explicado el evangelio, quedaron para verse otra vez. La segunda vez que se reunieron, Federico se convirtió. Entonces, Pablo comenzó a discipularlo, y Federico creció en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús. Pero no pasó mucho tiempo antes que Federico se enterase de que tenía una enfermedad que amenazaba su vida. Tuvo que ir a un hospital de convalecencia que era tristemente muy humilde. Pablo lo visitaba regularmente, lo bañaba, cambiaba las sábanas y hacía otras cosas que el personal tendría que estar haciendo. La noche en la que Federico murió, Pablo lo estaba sosteniendo en sus brazos, susurrando porciones de la Escritura en su oído. Esto es misericordia. Es maravilloso ver este rasgo del carácter de Dios en una vida humana.
El apóstol Pablo nos exhorta, en Ro. 12:8, a mostrar misericordia con alegría. Una mujer cristiana me explicó este versículo de una forma inolvidable. Me dijo: “Mi madre era muy mayor y vivía sola, y llegó el día cuando ella ya no podía valerse por sí misma. Hablé con mi marido y decidimos traerla a nuestra casa. En lo profundo de mi corazón yo estaba reacia y resentida, pues esto había estorbado la rutina de nuestro hogar y había echado por tierra muchos de mis planes. Yo la cuidaba, hacía su comida y lavaba su ropa. Hacía todo por ella. Pero mi madre me decía: ‘¿Por qué ya no sonríes? ¡No pareces la misma persona alegre y contenta de antes!’ Como ves, yo estaba mostrando misericordia, pero no lo estaba haciendo con alegría”.
Cuando Jesús dijo: “Misericordia quiero, y no sacrificio” (en Mt. 9:13), enseñó que es más importante mostrar una preocupación amorosa y útil para con los demás, que llevarle a Él el más costoso sacrificio. Él no está interesado en el ritual, sino en la realidad.
No es sorprendente que una de las bienaventuranzas trate de esta noble virtud: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (nos dice Mt. 5:7).
Si queremos misericordia, hemos de mostrarla. John Milton, escribió lo siguiente:
Con alegría en nuestro corazón
Alabemos al Señor, pues Él es bueno;
Su misericordia es para siempre,
Siempre es segura, y siempre fiel.
Él miró nuestra miseria
Con Sus ojos compasivos;
Su misericordia es para siempre,
Siempre es segura, y siempre fiel.
Pero, otro de los atributos de Dios, además de Su misericordia, es Su “Ira Temible”.
Romanos 1:18 nos dice:
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo
contra toda impiedad e injusticia
de los hombres que detienen con injusticia la verdad.
La ira de Dios es Su indignación y furia justa contra el pecado y los pecadores no arrepentidos. Aunque preferimos pensar en Su amor, Su misericordia y Su gracia, la ira de Dios es una perfección tan divina como cualquier otro de Sus otros atributos. James Packer dice: “no es nada caprichoso, desenfrenado, producto de la irritabilidad, moralmente indigno, como suele serlo frecuentemente la ira humana. Todo lo contrario, constituye una reacción objetiva y moral, correcta y necesaria para con la maldad”.
Y éste será el tema que trataremos en el próximo programa, en el cual esperamos que nos acompañen. ¡Hasta entonces! ¡Dios les bendiga!