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Segunda venida de Jesucristo 
(2ª parte)

Autor: Thomas Lieth

  ¿Falta aún mucho para que vuelva el Señor? ¿No es ésta una pregunta que todos nos hacemos? Ya nos encontramos en la segunda década del nuevo milenio y el arrebatamiento aún no ha ocurrido. Seamos sinceros, ¿Estamos desilusionados por eso? O quizás peor: ¿estamos  enojados con el Señor? ¿Nos molesta que hasta ahora la venida del Señor haya sido postergada? Escuchemos qué tiene para decirnos acerca de todo esto el autor de este mensaje, basado en la Palabra de Dios!  


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PE1884 – Estudio Bíblico  –  Segunda venida de Jesucristo (2ª Parte)



Queridos amigos oyentes,“La venida del Señor se acerca”, dijo Santiago, y han pasado unos 2000 años desde eso, y la realidad es que hoy estamos en la tierra y no en la Jerusalén celestial. ¿Estamos desilusionados por eso?

Ya Juan el Bautista, lleno de impaciencia, le preguntó al Señor Jesús:“¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?”Y la respuesta del Señor fue:“Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí”. O la podríamos parafrasear así: “Juan, no peques, no te desilusiones de mí, no te molestes, sino persevera. Ten paciencia, no importando la situación en la que te encuentres y simplemente deja que Yo haga, a Mi tiempo. ¡Tú confía y cree!”

Nos preguntamos: ¿cómo debemos tratar con esta esperanza justificada de la segunda venida del Señor? ¿Qué consecuencias conlleva? La conclusión, sin lugar a dudas, no es: “Bueno, pongámonos a esperar, sin más, que el Señor venga”, sino: “¡Cumplamos nuestra misión hasta que Él venga!” O, para decirlo con las palabras de Tito:“… vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.”

Debemos vivir en la expectativa cercana, tal como lo hacían los apóstoles y primeros cristianos. La venida del Señor Jesús es una realidad. Él mismo nos dijo:“He aquí, yo vengo pronto…”Podríamos traducirlo también así: “… vengo rápidamente, en un momento en que ustedes no lo esperen.” El  punto, es que no dice “yo vengo mañana”, sino “cuando venga” -y sólo Dios  sabe cuándo- “vendré en un momento, rápidamente.”

Debemos hablar de esto, animarnos y exhortarnos mutuamente con este hecho y, sobre todo, debemos vivir de acuerdo a esto; con toda sobriedad y prudencia.

Santiago 5:7 habla de paciencia, y nos ofrece un lindo ejemplo al respecto, el de un granjero: “Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía”. ¿Qué nos quiere decir con este ejemplo? El labrador hace lo que puede. Él siembra, planta, ara, cosecha y cosas semejantes a éstas. Más allá de eso, sin embargo, hay cosas en las que el labrador es impotente y dependiente.

Por ejemplo, el tiempo, y más específicamente, la aquí descrita lluvia temprana y tardía. En esas áreas, es necesario confiar y creer que el Señor hará bien su obra – según el Salmo 37:5: “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará.” Y aun si la cosecha se retrasa – por las razones fueren -, ésa no es razón para que el labrador se quede inactivo y se desanime, sino que debe continuar con su trabajo.

Este ejemplo es, también, una linda imagen de la cosecha espiritual. Nosotros como iglesia somos llamados a hacer, según nuestros dones y fuerzas, lo que está en nuestro poder, y aquello por lo que somos responsables. Eso debe suceder con toda paciencia, en toda sobriedad y prudencia, y sobre todo con muchísima oración. Nosotros como iglesia tenemos una tarea que cumplir y es necesario hacerla.

La tarea consiste en adorar al Señor, predicar y enseñar la Palabra, edificarnos mutuamente, exhortarnos y animarnos, pero también ofrendar, apoyar, orar, pedir y agradecer, y tener comunión unos con otros. Como iglesia, además, somos llamados a dar testimonio hacia afuera – ya que somos los embajadores de Cristo en la Tierra. La iglesia, especialmente los ancianos y diáconos, debe ocuparse de los débiles, enfermos, viudas, huérfanos y necesitados y de los que son débiles e inestables en la fe. Una iglesia, en verdad, es más que solo una reunión dominical. La tarea que tenemos como iglesia y como miembros de la misma no termina al final del año, sino que tiene su vigencia hasta que el Señor, en Su gracia, nos lleve con Él, lo cual sucederá a Su tiempo y no cuando nosotros queramos.

Somos llamados a sembrar, a plantar y a arar. Si eso trae fruto o no, es algo que podemos tranquilamente dejar al Señor. Dios llegará a la meta con Su iglesia, y por lo tanto con usted y conmigo. Pero notemos, ¡a Su tiempo! Siguiendo esta línea, deberíamos seguir hablando del arrebatamiento y del encuentro con nuestro Señor Jesucristo en forma totalmente distendida y con gran gozo interior, sin especular y sin calculadora en mano.

Y sobre todo, no estar decepcionados, ni desilusionados, si la segunda venida del Señor sigue postergándose y estamos en la Tierra al comienzo del próximo año. Más bien debemos alegrarnos por cada día que el Señor ponga a nuestra disposición para poder alabarlo, adorarlo y glorificarlo a Él. Es importante velar y estar preparados, no preocupándonos sino gozándonos, sin desilusionarnos, confiando. Y en todo esto, no perdamos de vista a aquellas personas a nuestro alrededor, porque eso es parte de nuestra misión.

 Veamos ahora qué es el arrebatamiento, según la Biblia, y algunas consecuencias del mismo:

El arrebatamiento es un misterio (1ª Co. 15:52).

Es la segunda venida del Señor Jesucristo por los Suyos (Jn. 14:1 al 3; y Fil. 3:20).

Es la salvación de la ira venidera (1ª Ts. 1:9 y 10; y 5:9; Fil. 3:20; Ro. 5:9; y Ap. 3:10).

Es la resurrección de los que a esa altura hayan muerto en Cristo (1ª Ts. 4:13 al 17).

Es la transformación de los creyentes que en ese momento estén con vida (1ª Co. 15:51 al 54).

Con el arrebatamiento, lo corruptible de los creyentes se viste de incorruptibilidad y lo mortal de inmortalidad (1ª Co. 15:53 y 54).

Con él, el cuerpo de todos los creyentes es transformado en un cuerpo que “sea semejante al cuerpo de la gloria” de Cristo (Fil. 3:21).

El arrebatamiento sucederá cuando suene la voz de mando del Señor (1ª Ts. 4:16).

Cuando suene la voz del arcángel (1ª Ts. 4:16).

Con la última trompeta, la trompeta de Dios (1ª Ts. 4:16; y 1ª Co. 15:52).

Durante el arrebatamiento, todos los creyentes de la iglesia de Jesús se encontrarán en las nubes, en el aire, con Cristo (1ª Ts. 4:17).

Después del arrebatamiento, los creyentes recibirán su galardón (1ª Ts. 2:19 y 20; y 2ª Co. 5:10).

A partir del arrebatamiento, todos los creyentes en Cristo estarán para siempre con el Señor (1ª Ts. 4:17). La doctrina del arrebatamiento da consuelo y ánimo a los creyentes (1ª Ts. 4:18).

Y motiva a los creyentes a “renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos” y a vivir “sobria, justa y piadosamente” en este siglo (Tito 2:12).

Y, finalmente, el arrebatamiento será pronto (Stg. 5:8; y Ap. 3:11).

Después de haber enumerado estas cosas, veamos algo acerca del significado de la segunda venida de Jesucristo.

¿Por qué es tan importante la doctrina del arrebatamiento anterior a la tribulación? ¿Hay alguna diferencia en ubicar el arrebatamiento antes, a la mitad o después de la tribulación?

Grant Jeffrey nos dice que:

El Apóstol Pedro advierte acerca de una tendencia predominante en los últimos días: cada vez se cuestionará más la promesa de nuestro Señor con respecto a Su segunda venida. En 2ª P. 3:3 y 4 dice:“Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”.

Pero, ¿qué enseña la Biblia sobre la actitud correcta de un cristiano en cuanto al regreso del Señor? Esto lo veremos en el próximo programa, porque se nos ha acabado el tiempo. ¡Hasta entonces y qué Dios les bendiga!

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