Señales de Su Venida (3ª parte)

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Autor: Norbert Lieth

Pocos días antes de su muerte, Jesús habló a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Este sermón contiene las más importantes declaraciones proféticas de la Biblia, que nos ayudan a ordenar cronológicamente los hechos futuros y nos desafían a alcanzar con el Evangelio a los que están afuera.


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PE2457- Estudio Bíblico
Señales de Su Venida (3º parte)


 


¿Qué tal, amigos? Les invito hoy a comenzar pensando cómo tendrá que actuar el remanente de los judíos durante la época de la Gran Tribulación, según lo expresó el Señor Jesús en los versos 16 al 18 de Mateo 24. En primer lugar, ellos deberán huir (v. 16; compárese con Apocalipsis 12:6). También tendrán que guardarse de los falsos cristos y de los falsos profetas, pues en ese tiempo de crisis habrá muchos rumores que dirán que el Mesías se encuentra en un lugar secreto (comp. vv. 23-24). Los falsos cristos y los falsos profetas harán señales y prodigios (v. 24; comp. Ap. 13:13-14). Y entonces, por último y en forma visible para todo el mundo, vendrá el Señorcomo el relámpago sale del oriente y resplandece hacia el occidente” (v. 27) y Él los salvará.

Estos “días de retribución” (como dice Lucas 21:22) o el “gran día de la ira de Dios y del Cordero”, del cual habla Apocalipsis 6, se describen así en Mateo 24: “Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres” (v. 28). El “cadáver” representa al judaísmo que ha perdido el contacto con Dios y al sistema mundial bajo el dominio del Anticristo, donde gobiernan la muerte y el hades. Los “buitres” se refieren al juicio de Dios. De cuando el Señor, en la antigüedad, usó a los caldeos como azote para disciplinar a Su pueblo idólatra dice Habacuc: “…volarán como águilas que se apresuran a devorar” (1:8).

Como ya hemos mencionado, Mateo 24:15 no se refiere a la destrucción del Templo en el año 70 después de Cristo, sino al tiempo final, mientras que el Evangelio de Lucas, en el capítulo 21, habla de la destrucción del Templo y de Jerusalén, pero luego también establece un puente hacia el tiempo final. Además, el Evangelio de Lucas nos transmite algo que Mateo suprime en su Evangelio; en el capítulo 21 leemos: “Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su desolación está cerca… y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (vv. 20 y 24). Esta desolación y la dispersión de los judíos en el mundo entero sí se cumplieron en el año 70 después de Cristo.

Por otra parte, Mateo 24 menciona algo que omite el Evangelio de Lucas, algo que se cumplirá recién en el tiempo final: la “abominación de la desolación” (v. 15). En el Evangelio de Lucas, que habla de la destrucción del Templo del año 70, leemos que “habrá gran calamidad sobre la tierra” (Lc. 21:23). No dice “gran tribulación”. Pero Mateo 24, refiriéndose en primer lugar al tiempo final, habla de una “gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás” (v. 21). Estas palabras distinguen claramente la calamidad del año 70 de la “gran tribulación” del tiempo final.

Ahora, en medio de todo esto, ¿dónde se encuentra la advertencia para nosotros hoy en día, amigo? Bien, lo que nos advierte es que los acontecimientos de la futura Gran Tribulación ya están echando sus sombras, y esto nos muestra que el arrebatamiento de la Iglesia debe estar muy cerca. Nuestro mundo está muy agitado. En muchos países hay guerra, y cada vez se vislumbra mejor cómo serán las devastadoras guerras del futuro. Más de 400,000 científicos están trabajando actualmente en el mejoramiento de los existentes sistemas de armamentos o están creando nuevas armas.

Lucas 21:11 habla de “terror”, algo que va aumentando en nuestros días. Gran parte del mundo sufre de hambre. Un 60% de los habitantes de África tienen menos comida que el mínimo diario fijado por la ONU. Los terremotos, tormentas, inundaciones y otras catástrofes naturales, así como las alevosas enfermedades, aumentan en forma dramática, como dolores de parto. Gran parte de los cristianos son perseguidos, y se habla, incluso, de una “agudización” de las persecuciones en los últimos años. La situación de Israel es más y más apremiante; también es cada vez más candente la cuestión del estatus de Jerusalén.

Asimismo, ha incrementado el engaño de las falsas religiones. El clamor por un “hombre fuerte” se hace escuchar cada vez con más urgencia. Cualquier cosa se ofrece como “dios” o “salvador”, y los hombres, deseosos de una solución, se aferran a ello. Al mismo tiempo, se van alejando cada vez más del Dios viviente y de Su Palabra, la Biblia. Hoy la humanidad está siendo llevada a un punto en que ya no encontrará solución.

Pero justamente entonces, se abrirán los cielos y regresará Jesucristo. Los “dolores de parto” de la Gran Tribulación anunciarán la venida del Hijo del Hombre. Cuando una mujer está embarazada, no está esperando el final de su vida, sino el comienzo de una vida nueva. No estamos ante el fin del mundo, pero sí ante la “consumación de este siglo”, como dice Mateo 24:3. El Hijo de Dios no traerá el fin, sino un comienzo totalmente nuevo.

Jesucristo es el portador de esperanza para el futuro y para cada ser humano que invoque Su nombre. Pero el que Lo rechaza, como lo hizo Israel en aquel entonces, quedará con la casa de su corazón vacía y desierta. Sin embargo, el que abra la puerta y reciba al Salvador, como dice Juan 1:12, será lleno de Su presencia, nacerá de nuevo. A tal persona vendrá el Señor y hará morada en él, y el creyente encontrará abrigo, calma y protección bajo la sombra de Sus alas (Salmo 91).

El mismo Señor que pronunció el juicio sobre Jerusalén y el Templo, diciendo “no quedará aquí piedra sobre piedra” (Mt. 24:2), dice también lo siguiente a través del profeta Hageo acerca del futuro de Israel, con el cual está conectado el futuro de las naciones: “De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos” (Hag. 2:6-9). Cuando el Señor Jesús, el Mesías de Israel regrese, al final del tiempo de la Gran Tribulación, con poder y gran gloria, Israel clamará como en el Salmo 118: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová… Jehová es Dios, y nos ha dado luz” (vv. 26-27).

Ahora, amigo, avanzando un poco en este estudio, quisiera que se imaginara que se encuentra en un local iluminado, lleno de gente, todos están ocupados y apurados, y de repente, en el momento menos esperado, se apaga la luz. Surge el miedo, el pánico, el caos, y se apodera de ellos una angustia paralizadora. Entonces, se enciende una luz en un rincón. No se ve ninguna otra cosa, solamente esa luz. Todos los ojos están fijos en ella, esperando para ver qué sucederá.

Algo similar ocurrirá en el momento del regreso de Jesús. Mateo 24 señala que “inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mt. 24:29-31).

Estos versículos nos hablan del día de la gran liberación que ocurrirá, después del tiempo de tribulación de siete años, cuando el Señor Jesús regrese. Esta profecía está dirigida especialmente a Israel. Israel y las nacionaes serán llevados a un punto donde ya no verán ninguna salida. Pero justamente en ese momento, se abrirán los cielos y Jesucristo volverá. Los dolores de parto de la Gran Tribulación anunciarán la venida del Hijo del Hombre. Será comparable a la última etapa del parto de una mujer, cuando las contracciones apenas se aguantan y, poco después, da a luz una vida nueva. Así también, el momento culminante de la Gran Tribulación traerá al Hijo de Dios, y junto con Él vida nueva.

Por eso, no hablamos del fin del mundo. Como dijimos más arriba, cuando una mujer está embarazada, normalmente no está esperando el fin de su vida, sino el comienzo de una nueva vida. De la misma manera, Jesús traerá a Israel y al mundo una liberación muy grande y un comienzo totalmente nuevo. El Portador de esperanza para el futuro se llama Jesús. Él es la esperanza para cada persona que invoca Su nombre. Cuando Él halla espacio en el corazón de una persona, nace vida nueva.

Cada ser humano tiene que saber que, aunque se encuentre en el más profundo sufrimiento o en el mayor aprieto, puede ir a Jesús, quien puede iluminar incluso las más densas tinieblas del alma. Él puede crear algo completamente nuevo aun donde parece haber llegado el fin. Pues Él dijo en Juan 12: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (v. 46). Amigo, ¿usted ya ha experimentado esto en su vida?


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