Ser cristiano, ¿es un asunto público o privado? (2ª parte)

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Autor: Wilhem Busch

La vida cristiana, como la moneda, tiene dos caras: el aspecto privado, que trata de la experiencia personal de salvación y la consagración diaria; y el aspecto público, que se relaciona con la vida de iglesia y el dar a conocer a otros la esperanza en Jesucristo.


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PE2378 – Estudio Bíblico
Ser cristiano, ¿es un asunto público o privado? (2ª parte)



¡Hola, amigo! ¿Cómo estás? En el enuentro anterior hablamos de que el verdadero cristiano tenía dos caras: Una privada y una pública, y comentamos algo acerca de ese aspecto privado. En esta oportunidad me gustaría dejar en claro algunas ideas sobre el aspecto público de todo cristiano verdadero.

Verás, el lado público del cristiano es, en primer lugar, unirse a otros cristianos. Esto que estoy diciendo ahora es muy importante: los cristianos genuinos buscan la comunión con otros que también quieren ser salvos. Todos los domingos hay servicios. ¿Por qué no asiste? “Bueno,” me contestan, “escucho el mensaje por la radio.” No tengo nada en contra de esto, si se trata de gente enferma. Pero su vida cristiana es totalmente raquítica si no tiene el deseo de asistir a una reunión auténtica y estar con cristianos de verdad.

Aquellos a quienes les da pereza asistir a las reuniones de la iglesia cercana, es necesario que sepan lo que ocurría en el año 300 después de Cristo. En aquella época el emperador romano era Diocleciano, un hombre que no tenía nada en contra de los cristianos y sus actividades. Sin embargo, este emperado fue influenciado negativamente por un regente adjunto, Galerio, quien comenzó a manipularlo en contra de los cristianos: “Mira, Diocleciano. Habrá una gran revuelta si los cristianos siguen aumentando así. Siempre están hablando de su rey Jesús. Tenemos que hacer lo posible para frenarlos. Los cristianos son algo especial. Dicen que tienen al Espíritu Santo, que por lo visto los demás no tienen, y también dicen que ellos serán salvos y los otros no. Son gente altiva. ¡Tienes que hacer algo contra ellos!”. A pesar de que Diocleciano varias veces se negó a hacer algo al respecto, finalmente terminó cediendo y decidió prohibir las reuniones cristianas: “Todo el que quiera puede ser cristiano. Pero los cristianos deberán abstenerse de tener reuniones. Bajo pena de muerte está prohibido desde ahora mismo”. Así que los cristianos podían serlo en privado, pero no les estaba permitido reunirse. Entonces las autoridades de la cristiandad se juntaron para decidir qué hacer, y finalmente decidieron que a persar de la persecusión seguirían reuniéndose para para orar, cantar, predicar, escuchar y ofrendar, pues eso es parte integral de la fe cristiana. A causa de su decisión comenzó una de las más crueles persecuciones de cristianos. Muchos cedieron y dijeron: “También podemos ser cristianos en casa. ¡Nosotros no vamos a las reuniones!”, y así salvaron sus vidas. Pero la iglesia tuvo que calificarlos de apóstatas. ¡Los que no iban a las reuniones eran apóstatas!

Esto hay que decírselo a los cristianos de hoy en día. ¡En la cristiandad actual hay muchos apóstatas! Los creyentes de entonces tenían razón al oponerse al decreto del emperador. La Biblia dice claramente en Hebreos 10:25 “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”. Hoy tendríamos que decir más bien: “… como casi todos tienen por costumbre.” Hay muchas posibilidades para reunirse con creyentes. Tenemos las iglesias, hay reuniones caseras, reuniones de jóvenes, retiros, etc. Se lo pido encarecidamente: ¡Busque la comunión! Si de veras quiere seguir a Jesús, interésese por averiguar dónde puede reunirse con creyentes y escuchar más sobre Jesús. Tiene que ir donde verdaderamente se predique a Jesús. Que nadie diga que donde él vive no hay creyentes cerca. En todos los lugares hay gente que ama a Jesús. Quizá son pocos, quizá son a veces un poco raros o diferentes, pero su fe cristiana está muerta si usted no participa en la comunion de los creyentes. La Biblia dice incluso en 1 Juan 3:14: “Sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos”. Esto significa que si no siento el deseo de tener comunión con otros cristianos, estoy espiritualmente muerto.

Amigo, otro aspecto clave de la cara pública de la vida cristiana es el hecho de testificar con la boca lo que tenemos en Cristo. En algunos países se da una situación absurda: la gente aporta dinero a las iglesias y se desentiende de todo. “¿Difundir el evangelio? ¡Eso es cosa de los pastores y misioneros de la iglesia evangélica!”. Así piensan muchos cristianos en el mundo. Desearía cortar con todo esto, para que los creyentes de verdad, que siguen las pisadas de Cristo, supiesen que es tarea de todos dar a conocer el nombre de Jesús, dondequiera que estemos: en la empresa, en la oficina, en la escuela. ¿Ha testificado alguna vez: “Es verdad ¡Cristo vive!”? ¡Maldecir, es pecado! ¡Es una vergüenza eso de contar chistes verdes aquí! ¿Ha testificado alguna vez diciendo que usted pertenece a Jesús? La gente afinaría el oído. Y le voy a decir una cosa: mientras no tengamos el valor de testificar de nuestro Salvador, no somos creyentes como es debido.

Jesús dice así en Mateo 10:32, escucha bien: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos”. Será horroroso cuando en el día del juicio los cristianos se presenten y digan: “Señor Jesús. ¡Yo también he creído en Ti!” – Y Cristo dirá al Padre: “¡No los conozco!” – “Pero, si yo …” – “¡No te conozco! Su vecino no supo que él iba al infierno. Usted nunca le avisó, a pesar de que usted mismo conocía el camino a la vida. ¡Calló cuando debía haber hablado y confesado a su Salvador! ¡No te conozco!”. “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.” Esto lo dice Jesús ¡y Él no miente! ¡¿Cuándo tendremos otra vez el valor de abrir la boca?!

Cuando en la época de la Segunda Guerra Mundial los muchachos de 16 o 17 años eran reclutados para las filas de Hitler en Alemania, habían pastores que tenían la costumbre de regalarles una Biblia y les decían: “¡Cuidado! Cuando estén por primera vez en el cuartel, pongan en seguida el primer día la Biblia sobre la mesa, lean de ella abiertamente. Entonces se armará un gran escándalo. Pero, al día siguiente todo habrá pasado. Si no lo hacen el primer día no comenzarán bien y después no tendrán el valor”. Y los chicos ponían desde el primer día la Biblia sobre la mesa. “¿Qué estás leyendo?”. “¡La Biblia!” ¡Eso era como lanzar una granada de mano! Menuda explosión, porque en el mundo cristiano se puede leer toda clase de suciedad, pero leer la Biblia, eso es impensable. Una vez le ocurrió a un joven soldado que a la mañana siguiente abrió su armario y descubrió que había desaparecido su Biblia. Miró a su alrededor y un compañero sonreía irónicamente. Y los demás también tenían una mirada de pícaros. “¿Han robado mi Biblia? ¿Dónde la han puesto?”. “La tiene el primer sargento”. Entonces el muchacho ya sabía lo que le esperaba. Después de su servicio, por la tarde se retiró a un rincón y oró: “Señor Jesús, estoy solo aquí. Con mis 17 años soy muy joven, Tú lo sabes. ¡No me abandones y ayúdame, para que pueda dar testimonio de Ti!” Después fue al primer sargento que estaba en su despacho, y sobre su escritorio estaba la Biblia. “¿Qué quieres?”. “Con su permiso, mi sargento, solicito me devuelva mi Biblia. Es propiedad mía”. “¡Ah!”, tomó la Biblia y la hojeó, “¿así que esta Biblia es tuya? ¿No sabes que es un libro peligroso?”. “¡A la orden, mi sargento, lo sé! La Biblia incluso es peligrosa estando encerrada en el armario. Aun allí inquieta y perturba.” Ante esas palabras el primer sargento se enderezó, hizo sentar al chico y después le confesó que él en un tiempo había querido estudiar teología para ser pastor. “Entonces, mi sargento, ¿usted ha apostatado de su fe?” le preguntó el chico. Y entonces se entabló una conversación maravillosa durante la cual este hombre de unos 40 años le dijo a este chico de 17: “Estoy destrozado, pero no puedo volver atrás. Tendría que renunciar a demasiado.” Y el chico le contestó: “¡Pobre infeliz! ¡Pero Jesús se merecería cualquier sacrificio!” El sargento lo despidió con las siguientes palabras: “¡Tú eres feliz!”. “¡Sí, mi sargento, lo soy!” confirmó el chico y se marchó con su Biblia. Y, desde entonces, ninguno se metió más con él ni le dijo nada. ¿Dónde están los cristianos dispuestos a dar la cara y mantenerse firmes en su fe?

¿Es la fe cristiana un asunto privado? Sí, el nuevo nacimiento y la vida espiritual ocurren en lo más profundo del corazón.

¿Pero es solamente eso? ¡No! Los cristianos se reúnen en congregaciones, para los cultos, para reuniones caseras, para reuniones juveniles, reuniones de mujeres, de hombres. Los creyentes abren su boca y confiesan a su Señor. ¡El mundo tiene que enterarse de que en Jesús Dios ha encendido un fuego!

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