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Una Pequeña Ciudad en Judá
y el Reino Venidero
 
(2ª parte)

Autor: Marcel Malgo

  En el momento en que Jesús vio la luz del mundo en Belén, la “casa del pan”, Él se convirtió en el cumplimiento literal de ese nombre. Miqueas 4 y 5 nos habla de esta pequeña ciudad en Judá que cambió drásticamente al mundo, y de lo que Cristo, el Rey de Israel, hará a favor de Su pueblo durante los mil años de su reinado.


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PE2003 – Estudio Bíblico
Una Pequeña Ciudad en Judá y el Reino Venidero
(2ª parte)



  ¡Qué gusto estar nuevamente con ustedes, estimados amigos oyentes. Dios cumple lo que dice, aun cuando, a primera vista, no se pueda ver casi nada. No necesitamos cosas, ni experiencias espectaculares, para llegar a tener la seguridad de la salvación en Cristo, sino una fe sencilla e inocente en la Palabra escrita de Dios.

Hebreos 11:1 dice:“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”Y Pablo lo confirma, diciendo en 2 Co. 5:7:“Porque por fe andamos, no por vista”.

Belén, la primera morada terrenal del Salvador, era “pequeña… entre las ciudades en Judá”. La Biblia Hermann-Menge lo traduce así: “Pero tú, Belén Efrata, si bien eres demasiado pequeña como para estar entre las ciudades distritales (lugares importantes) de Judá, de ti saldrá Aquél que debe ser el soberano en Israel y cuya procedencia (u: origen) pertenece al pasado, a los días primitivos.” De modo que Belén, realmente, era demasiado insignificante como para poder medirse con las grandes ciudades de Israel. En otra traducción dice: “Eres demasiado pequeña como para estar entre los miles de Judá”. Eso significa que Belén era una ciudad en la que no vivían ni siquiera mil familias.

Belén es mencionada varias veces en el Antiguo Testamento: Jacob enterró allí a Raquel, su amada esposa (como leemos en Gn. 35:19). El libro de Rut relata que un hombre llamado Elimelec y su esposa Noemí se fueron de Belén para radicarse en Moab. Además: Belén era la ciudad paterna de David (así leemos en 1 S. 16; 20:6; y Lc. 2:4). El Rey Roboam, hijo de Salomón, fortificó Belén (según 2 Cr. 11:5 y 6). Y después del cautiverio babilónico, 123 habitantes de la vieja Belén volvieron a poblar la ciudad (así está escrito en Esdras 2:21).

Belén era un pueblito modesto. ¡Y justamente ése fue el pueblito que Dios escogió como lugar de nacimiento para Su Hijo! ¿Por qué justamente ese lugar tan pequeño? Puede que encontremos una respuesta al meditar en el precepto relatado en 1 Corintios 1:27 y 28. Pablo escribió allí:“Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.”Recordemos también lo que escribe Santiago en su carta, en el cap. 2, vers. 5:“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?”

Quizás, en el sentido espiritual, usted sea un “Belén” muy pequeño e insignificante. En su vida no ocurre nada espectacular. Usted casi no es tenido en cuenta. A menudo se siente débil, desvalido, incómodo. Recuerde, entonces, el pueblito de Belén del que Miqueas tuvo que decir:Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá…” La tribu de Judá era una de las más grandes en Israel, y en su región se encontraba el muy pequeño pueblito de Belén. Pero, a ese pequeño Belén, Dios el Señor le dijo:“…de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.”

El Señor conoce tus problemas, debilidades y calamidades – y tu desánimo. Él mismo lo dice claramente en Jn. 16:33:“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Quizás seas pequeño como Belén, pero considera que tienes algo más en común con Belén: puedes ser la morada de Jesucristo, el vencedor del mundo. Especialmente a aquellos que se sienten pequeños, desvalidos, solitarios y atacados, el Señor les dice:“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”(así leemos en Is. 57:15; y podemos comparar también con Sal. 113:5 al 7).

Este pequeño pueblo en Judá se convirtió en el centro mundial de la historia de la salvación, porque nada menos que Jesucristo mismo había de escoger este lugar para morar en él. Cuando la luz del mundo (que menciona Jn. 1:3 y 4) viene a morar en ti, tú tomas una posición totalmente nueva en este mundo malvado. Porque así dice el Señor en Mt. 5:14:“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”. Y Hebreos 1:3 dice, acerca de nuestro Señor Jesús, que Él es“el resplandor de su gloria(de la del Padre), y la imagen misma de su sustancia (la del Padre).” Él ha atravesado los cielos (He. 4:14) y desea morar en ti y llenarte con Su gloria, en caso de que eso aún no haya sucedido. Pablo dice en Col. 1:27 que Cristo en nosotros es “la esperanza de gloria”. Y en Gálatas 2:20 se encuentran estas famosas palabras: “¡Mas vive Cristo en mí!” (concepto que se encuentra también en Jn. 17:23). Tú, en ti mismo, puede que seas ese pequeño Belén, ¡pero cuando Aquél, cuya salida ha sido desde el comienzo y desde la eternidad, viene a morar en ti, entonces, cambian muchas cosas!

No obstante, deberíamos notar que Belén, a pesar del hecho que el Hijo de Dios mismo lo hizo su morada, en lo externo continuó siendo una ciudad pequeña e insignificante. Es verdad que este pueblito llegó a ser un lugar de peregrinación para miles de cristianos, pero eso no lo hizo más glorioso, más grande, o más impresionante. La grandeza del lugar se encuentra en que fue escogido. En lo externo, hasta el día de hoy no ha mejorado mucho, al contrario: con el correr del tiempo, muchas cosas en Belén han cambiado para mal. En la actualidad, Belén no es justamente uno de los lugares más acogedores de Israel. Cuando dejas que Jesucristo llene por completo tu vida, eso tampoco significa necesariamente que, en un instante, todos tus problemas  y adversidades personales terminen.

Ser llenos de Jesucristo no significa un desprendimiento de todos los despropósitos y adversidades, sino más bien que tu entrega absoluta a Dios tenga el poder de irradiar. Cuando el Señor Jesucristo dijo: “Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mt. 5:14), Él estaba hablando de una ciudad iluminada, no de una ciudad perfecta. Porque a pesar de las muchas luces, en una ciudad también pueden haber lugares oscuros. Y esto sucede también en la vida de un creyente: si bien Jesucristo mora en él con toda Su gloria, de modo que ese creyente se convierte en una luz con gran poder luminoso, al mismo tiempo permanecen las preguntas, los problemas y las dificultades. ¡Lo importante es no indagar por el “por qué”, sino, por la fe, expresar el “por eso”! En esto, Pablo es un gran ejemplo para nosotros. Cuando él estuvo encadenado, dijo: “Porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena” (así leemos en Hch. 28:20). Él no se rebeló contra sus cadenas, sino que aceptó la situación, convirtiendo el “por qué” de sus cadenas en un “por eso” de Dios: “por la esperanza de Israel”.

Hace más de 2000 años atrás, la pequeña e insignificante ciudad de Belén se convirtió en el centro de la tierra, porque el Hijo de Dios nació allí, e hizo de ella Su morada. Así también, cada uno de nosotros – por débil, pequeño e insignificante que sea en sí mismo – puede ser un lugar que irradie gozo y bendición.

 

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