Héroes de la fe (2ª parte)
16 febrero, 2021PENTA Mujeres
2 marzo, 2021Mirna Borda nos cuenta su impactante testimonio de transformación. Aunque su vida ha sido difícil, ha encontrado el gozo y la fortaleza en Jesucristo, y nos anima a hacer lo mismo. Te invitamos a conocer más sobre su vida y sobre cómo Dios ha obrado en ella y en su familia.
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EA1015 – Entre Amigas –
Una vida transformada
Entrevista a Mirna Borda
Victoria: Bienvenidas a Entre Amigas, gracias por acompañarnos nuevamente, amigas. Hoy le damos la bienvenida a una nueva amiga que va a compartir con nosotras. Mirna, es un gusto tenerte con nosotros en este tiempo.
Mirna: Muchas gracias por la invitación, espero poder ser de bendición.
Victoria: Mirna, vamos a estar hablando de tu historia de vida. ¿Quién es Mirna? ¿Podemos conocerte un poco más?
Mirna: ¡Si! Yo soy Mirna, tengo 41 años, la semana que viene ya cumplo 42, tengo una hija que se llama Luciana y tiene 21 y un hijo que se llama Ezequiel. Me casé dos veces con la misma persona, lo cual es un poco loco, pero ya les voy a contar cómo sucedió todo esto. Les quiero contar un poco acerca de cómo fue mi vida desde mi niñez y de cómo Dios nos ha sostenido en el correr de todos estos años.
Desde que era pequeña íbamos a la iglesia, mis padres eran cristianos, pero a medida que pasaba el tiempo aparecieron problemas en casa. Había mucha necesidad económica, mi papá perdió su trabajo y empezó con el tema de la política. Yo seguía yendo a la iglesia con mi mamá, me gustaban mucho las reuniones de oración, el estar allí con mis hermanos, me hacía sentir paz estar en ese lugar. En casa había muchas discusiones, entonces la iglesia era un lugar especial para mí. Mi papá se dedicaba mucho a la política, militaba mucho para el partido comunista, cambió bastante su temperamento, y empezó a ser violento con mamá. Pasó el tiempo, mi mamá quedó embarazada de gemelos y perdió el embarazo, y eso fue la gota que derramó el vaso, hubo una ruptura en el matrimonio de mis padres. Mi mamá se fue de la casa y no tenía cómo llevarnos, así que nos quedamos con mi papá. Nuestro hermano mayor, Marito, era el que unía a la familia, el que nos ayudaba. A medida que fuimos creciendo veíamos muy poco a nuestra mamá porque papá no dejaba que se allegara, pero yo continuaba yendo a la iglesia, buscando que Dios nos ayudara con toda esta situación. Sin embargo, no encontraba una solución, sino que todo lo contrario, parecía que la cosa iba de mal en peor. Nosotros trabajamos en las quintas, siempre con necesitad, pasamos mucha hambre, pero siempre estuvimos unidos entre hermanos.
Cuando yo tenía 15 años Marito tuvo un accidente de tránsito y falleció. Eso fue un detonante para toda la casa. Mi hermano era a quien yo más amaba y era una figura mucho más presente que mi papá. Así que fue un golpe bastante fuerte para toda la familia. Mi hermano Milton, que ahora vive en Finlandia, estaba presente en el momento del accidente, y tanto Milton como yo después de eso nos avocamos a la droga. Mi papá y mi mamá estaban muy bloqueados emocionalmente, y mi en mi familia cada uno sobrevivía como podía. Yo creo que en ese momento Dios cuidó de nuestras vidas, porque mi hermano más chico tenía 4 o 5 años, y estábamos todos muy a la deriva.
Junto con Milton nos empezamos a juntar con gente mayor y a drogarnos para poder salir de esa realidad, de esta tristeza que teníamos. Obviamente esa realidad nos llevó a más tristeza, a depresión. Con mi hermano nos mudamos a Maldonado donde hicimos cosas de delincuencia como robar y vender drogas. Yo no sabía qué rumbo podía tomar mi vida, pero quería tener algo que fuera mío, algo que me bajara a tierra. De Dios no quería saber nada, estaba muy enojada con Él y lo culpaba por la muerte de mi hermano, porque creía que Él podría habernos cuidado, que podría haber cuidado a mi hermano. Yo sentía que me había quitado a la persona que más quería, a la persona que me protegía, entonces estaba muy enojada y todo lo que fuera contrario a Dios, eso es lo que yo hacía. Delinquía, me drogaba, me peleaba con mucha gente, y disfrutaba de eso. Pero en mi soledad también lloraba amargamente, porque estaba muy deprimida.
Yo clamé a Dios y le dije: “si estás, ahí, si me podés escuchar, dame algo que me pueda bajar a tierra”. Yo conocí a Pablo, quien hoy es mi esposo, y a las dos semanas de habernos conocido quedé embarazada de mi hija Luciana, que fue mi cable a tierra. Nos fuimos a vivir juntos, pero yo me seguía drogando, lo que trajo muchos problemas, muchas consecuencias a mi vida. Un día casi me muero por una sobredosis, y lo único que le pedí a Dios, acostada ahí con mi hija al lado, fue que me diera la oportunidad de vivir, que no me quitara la vida, que yo iba a dejar la droga. Al otro día me desperté y mi casa era un caos, mi esposo estaba drogado, mi hermano drogado, en la casa había botellas, cigarros, era algo feo, pero me trajo a memoria lo que yo había prometido: dejar la droga. Así que decidí que no quería formar más parte de este mundo, que quería luchar de otra manera.
Empecé a ponerle condiciones a mi esposo, para que no consumiera más en nuestra casa, lo que trajo muchos problemas y nos separamos por un tiempo, después regresó, y comenzamos a ir a la iglesia juntos y quedé embarazada de Ezequiel. Era un tiempo lindo, parecía que nuestra vida se estaba acomodando hasta que Pablo, mi esposo, recayó en las drogas y nos separamos definitivamente. Yo decidí que quería seguir el camino de Jesús, que no quería seguir más el camino de la droga, así que estuvimos unos cuantos años divorciados. Él se fue para Maldonado y yo me quedé con Luciana, que tenía 11 años, y con Ezequiel de 1. Ahí yo ya estaba en el camino de Dios, ya no consumía alcohol, ya no consumía drogas, y comenzamos un camino distinto en nuestras vidas, con otra mirada y con otra perspectiva en la vida.
Victoria: Recuerdo que, en ese tiempo, en el que estabas esperando a Ezequiel fue que nos conocimos, ¿no?
Mirna: Sí, así es. Al poco tiempo de la separación me enteré de que él había caído preso. Lo procesaron por 6 años, lo que nos pegó fuerte. Tuve mis días de tristeza, de lucha, de desamparo, de no saber qué hacer. Algo que me olvidé de decir es que cuando estuve embarazada de Ezequiel tuve diabetes gestacional, se había complicado y tuve que dejar de trabajar. Ahí dependía totalmente de Dios, yo trabajaba desde los 14 años y siempre fui la proveedora en mi casa. En ese momento quedé sin poder, sin poder trabajar. Todo se veía, mal, se veía complicado, pero ahí tuve una confirmación de que a mis hijos nunca les iba a faltar nada, una palabra a la cual yo me aferré con toda mi alma y seguí mi camino con los niños, sin Pablo, creyendo que Dios iba a ser nuestro proveedor. Había circunstancias que a veces me hacían flaquear un poco, pero yo seguía confinado en que el Señor iba a proveer para mi casa, y así fue, siempre, de una forma y otra, él manifestaba su presencia en nuestra casa. Con Pablo tuvimos poco contacto, él seguía con drogas allí en la cárcel entonces tampoco concurríamos mucho.
Pasó el tiempo, yo trabajaba mucho haciendo limpiezas, llegó el cumpleaños de 15 de Luciana, algo que ella anhelaba mucho, y también en eso pude ver la providencia de Dios en nuestra vida, porque él sustentó a mis hijos, en sus necesidades y también en las cosas que quizás no precisaban, como la fiesta tan anhelada y como el viaje a Finlandia, donde estuvimos por dos meses después del cumpleaños de mi hija. Me acuerdo de que cuando fuimos al lugar de la fiesta y me dijeron cuánto iba a salir cada cosa me fui casi llorando, desalentada. Pero bueno, yo confiaba en que Dios iba a proveer, y así fue. Hay cosas que no son necesarias para nuestra vida, pero a veces lo que nosotros no creemos necesario Dios lo cree necesario para nosotros, porque ve más allá. Nuestra vida había cambiado mucho, de estar en la droga, pasando hambre, a poder ir a Finlandia por dos meses. Cuando estábamos en el avión no lo podía creer, era la primera vez que salía del país, pero poder ir con mis hijos a ver a mi hermano y a su familia allá era algo impresionante. Mi familia se fue organizando, también, mis padres se volvieron a hablar y hoy en día son amigos, gracias a Dios. Dios transformó las relaciones entre nosotros, entre mis hermanos, entre mis papás, y poco a poco cada uno fue acercándose a la iglesia, a Cristo.
Después también surgieron otras situaciones que se complicaron, cuando Pablo salió de prisión yo realmente no quería saber nada con él, yo le había pedido a Dios en muchas ocasiones que lo sacara de mi camino, que lo alejara de mí. Yo no quería tener ningún sentimiento hacia él, pero resurgió. Nosotros nos habíamos casado en el 2011, cuando estábamos esperando a Ezequiel, después nos divorciamos, y después de que él salió nos volvimos a casar. Ahora estamos yendo con Pablo y Ezequiel a la iglesia, Luciana no se está congregando, esa fue otra lucha que tuvimos, pero bueno, confiamos en que Dios está al control de nuestra familia. Como decía, toda nuestra vida cambió rotundamente, y si bien todavía hay momentos de tristeza podemos superarlos, y podemos ayudar a otros también. Yo concurro a una granja para chicas con adicciones, estamos trabajando y compartiendo la palabra en aquel lugar, y estamos viendo la necesidad de muchas chicas que llegan muy golpeadas, sin sueños, sin esperanza, tristes, como yo lo estuve en algún momento también.
Así que bueno, las quiero animar a todas a que, a pesar del dolor, de las circunstancias, de todo lo que pasamos, hay algo más lindo delante de nosotras. Todas las tristezas pasan, las tormentas pasan, el llanto pasa, vienen tiempos de alegría donde también vamos a poder contar, como estoy haciendo ahora, lo que hemos vivido. Tengo muchísimo más para contarles, pero no quiero ser tan extensa. Pero bueno, la vida es hermosa, se complica, tiene momentos amargos, pero momentos que nos hacen crecer y madurar. Eso es lo que yo quería compartir con ustedes. Les mando un abrazo a cada una de las que está escuchando y espero que Dios las bendiga a cada una de ustedes y que bendiga sus hogares.
Victoria: Gracias por estar con nosotras, ha sido un gusto escucharte y escuchar como Dios es fiel, como sigue transformando vidas, sigue transformando destinos, sobre todo el destino eterno habiéndonos regalado la vida eterna. Es sin dudas un gran testimonio de trasformación el que vemos en tu vida y te agradecemos por compartirlo con nosotras. Amigas, a ustedes las invitamos a que nos acompañen nuevamente la semana que viene porque hay mucho más Entre Amigas. ¡Hasta la próxima!