Yom Kippur.

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Titulo: “Yom Kippur”

Autor: Fredi Winkler
  Nº: PE925

En la fiesta de Yom Kippur – la sexta de las fiestas del Señor – el énfasis de las ceremonias se encontraba en el arrepentimiento del pecado.

 

No obstante, el mensaje del arrepentimiento, también vale para cada uno de nosotros. Escuche más acerca de esto en este programa.

 


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El Yom Kippur y su ritual especial de sacrificio

 

A este día, que es el más sagrado y más importante en el culto de sacrificios del Antiguo Testamento, está dedicado todo el capítulo 16 de Levítico. Lo especial de este día no solamente radicaba en que el sumo sacerdote, solamente en esta fecha del año, entraba al Lugar Santísimo, sino en que un animal de sacrificio era dejado vivo y enviado al desierto.

Los versículos más importantes acerca de esta ceremonia de sacrificio, se encuentran en Levítico 16:7-8 y 21-22: “Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel… Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto.”

 

  Los dos machos cabríos juntos representaban un sacrificio; eso se deduce del versículo 5, donde dice: “Y de la congregación de los hijos de Israel tomará dos machos cabríos para expiación, y un carnero para holocausto.” Por medio de la suerte se decidía, después, cuál de los animales sería sacrificado para Jahwé, para que su sangre fuera llevada al Lugar Santísimo, y cual estaría destinado para Azazel y sería enviado al desierto. La expresión «Azazel» es usada en el hebreo moderno para Satanás. En todo el Antiguo Testamento, sin embargo, la palabra es usada solamente tres veces, en conexión con Yom Kippur, para el macho cabrío que debería llevar el pecado de Israel al desierto, pero nunca como nombre para Satanás o los demonios. Esta idea, posiblemente errada, acerca del significado de la palabra, se radicaba en la idea de que el macho cabrío, sobre cuya cabeza se depositaban los pecados de Israel, debía llevar éstos de vuelta al origen del pecado, es decir a Satanás. Esta opinión ya es expresada en el libro de Enoc, que se encuentra en los Apócrifos, que fue escrito en el tiempo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Eso, no obstante, significaría que se le estaría enviando un sacrificio a Satanás, y esta idea es inconcebible, ya que los dos animales son considerados como un sacrificio para el Señor. También desde las raíces lingüísticas, no existe ninguna justificación para decir que «Azazel» sea lo mismo que Satanás. Más lógica es la teoría de que la palabra esté compuesta por «Äs», que significa «cabra», y «asel», que es «quitar» o «exiliar», como en la expresión árabe «asalla», que es «sacar» o «echar». Un paralelo con Azazel puede ser visto en la acción ceremonial para los leprosos sanados, descrita en Levítico 14:1-9. Para esta ceremonia se necesitaban dos aves puras; una era sacrificada, la otra era sumergida en la sangre del animal muerto, para luego dejarla que se fuera, simbolizando con eso la desaparición total de la destructora enfermedad. Las dos aves también eran vistas como un solo sacrificio. Este entendimiento de la palabra «Azazel», simbólicamente, nos hace reconocer en el macho cabrío, destinado a Azazel, a Jesús, quien, como lo proclamara Juan el Bautista, cargó y se fue con nuestros pecados: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). ¡Él se llevó el pecado, o sea que lo dejó en un lugar donde no será recordado jamás!

 

 

  A través de esta ceremonia central y significativa del día de Yom Kippur, Dios habló, durante los 40 años anteriores a la destrucción del templo, en forma extraordinaria a los responsables en Israel, para advertirles. Al sacar la suerte por los dos machos cabríos, era considerado como una señal agradable para Dios, si el boleto para el cabrito destinado para Jahwé se  encontraba en la mano derecha del sacerdote. En el Talmud (Yoma 39a) se informa sobre un mal agüero: En el tiempo anterior a la destrucción del templo, por 40 años, el boleto de la suerte para Jahwé no se encontró nunca en la mano derecha del sacerdote. Cosas semejantes sucedían en relación al cabrito que era enviado al desierto. Según una antigua costumbre se fijaba en la puerta del templo una cinta roja antes de enviar el cabrito al desierto. Esta cinta debía volverse blanca si el sacrificio era agradable ante Dios y los pecados del pueblo habían sido perdonados. En el tiempo anterior a la destrucción del templo esa cinta, no obstante, durante 40 años, no volvió a ser blanca, y eso era visto como presagio de futuras tragedias (Talmud, Yoma 39a y b). Es interesante que pasaron 40 años hasta la destrucción del templo después de que Jesús, como el Cordero de Dios, quitara en la cruz el pecado del mundo, convirtiendo así el servicio de sacrificios y el templo en algo superfluo, ya que Él mismo dijo de ese edificio, que no quedaría piedra  sobre piedra.

 

 En la fiesta de Yom Kippur el énfasis de las ceremonias se encontraba sobre el arrepentimiento del pecado. Tres veces se menciona en Levítico 23:26-32, que aquel que no se humilla y se arrepiente delante de Dios, sería quitado de entremedio del pueblo.

En Mateo 3, Juan el Bautista, sin piedad, llama al pueblo al arrepentimiento, y dice en el versículo 8: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento.” En forma similar, Jesús proclamaba, en Lucas 13:7: “He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala.” Cuan rigurosas eran las palabras de Jesús lo vemos, con demasiada claridad, en la historia de Israel. No obstante, el mensaje del arrepentimiento también va para cada uno de nosotros, tal como el mensaje de Yom Kippur de aquel entonces, tenía también un aspecto personal: “Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo» (Lv. 23:29).

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